sábado, 9 de mayo de 2009

Historias que no suceden

La luz rojiza del atardecer entraba por la ventana hasta el cuenco donde estaba amasando la pasta. Le gustaba la sensación de la masa abriéndose paso entre sus dedos, su calor, el olor de la levadura fermentando. La tarde se veía preciosa; los campos de trigo, aún verdes, se mecían y refulgían con la brisa de la sierra. Echó un pellizco de sal a la masa.

No hacía mucho que vivía con la sensación de ser libre, de poder prepararse su propia comida, de dormir en la misma cama cada noche, de escoger los alimentos en la tienda y pagarlos con su dinero. No hacía tantas noches que tenía que dormir escondida entre las rocas o en lo alto de los árboles y que sólo podía llevar consigo su esperanza de una vida mejor.

Unos nudillos contra la puerta la trajeron de su ensimismamiento. Devolvió al cuenco la masa que se había quedado pegada en sus regordetas manos y se las pasó por el delantal. Cojeó arrastrando la pierna hacia la puerta. No le hacía falta preguntar quién era. Descorrió el cerrojo, cerró los ojos y puso morritos.

Crujió la puerta al abrirse hacia afuera. Unos labios que dejaban escapar el aliento cálido y lleno de ajo y alcohol de un hombre se posaron en los suyos y los apretaron con dulzura. Abrió los ojos y los clavó en el de él. Era un ojo precioso, verdeazulado como las aguas de un lago. Le agarró de ambos lados de la cabeza y se lo besó. Luego besó el parche de cuero raído y repleto de manchas de sal de sudor y lo abrazó. Él se quitó el sombrero y lo colgó de la percha que había junto a la puerta. Se unió al abrazo.

Nunca podría acostumbrarse a tanto cariño, no podría cansarse jamás. Ninguna mujer lo había amado nunca, y tampoco tenía dinero ni propiedades. Sólo una vida humilde, sencilla, en la que disfrutar en silencio de los regalos que la naturaleza le daba. Y ahora estaba entre los brazos de alguien que llenaba todos los huecos que jamás pensó poder llenar. La besó con más fuerza.

Se bajó el telón y todo el teatro irrumpió en aplausos. La historia, los actores, la ambientación. Todo había sido perfecto. El público no dejaba de aplaudir. Yo no dejaba de aplaudir, emocionado por una historia que hacía posible lo imposible, creíble lo increíble. Una historia hermosa, escrita y puesta en escena por expresidiarios y drogadictos rehabilitados. Se alzó el telón. Aquellas dos personas seguían unidas en cuerpo y espíritu.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado. Lleno de ternura, sentimientos hermosos y puros.Yo pensaba que estaba sucediendo... de todos modos aunque fuera una representación, sucedía. Y los sueños quedaban enganchados en tan dulce episodio.

Anónimo dijo...

Si que suceden.... En el tiempo, en el espacio, en algún lugar recóndito de nuestro planeta. Claro que sí, estoy completamente seguro.