jueves, 9 de abril de 2009

Conciertazo

El concierto había sido brutal, hacía años que no sudaba tanto. El pelo y la ropa le olían a sudor, a tabaco, a cerveza; los pies machacados de pisotear y ser pisoteado. El cuarteto había tocado los mejores temas clásicos, sin meter morralla, y lo hacían igual de bien que siempre, incluso mejor aún.

Salió a una noche invernal de Berlín. Las calles estaban llenas de gente que desprendía nubes de vaho al hablar, al caminar, al fumar. El frío se le clavaba en el cuerpo a través de la ropa sudada y decidió entrar a un local a echar un par de tragos y cenar algo. Desde luego que Berlín era una de las mejores ciudades de Europa, del mundo, para escuchar música y trasnochar.

Pidió una ración de bratwurst y cerveza. Estaba en el paraíso. Y eso que la gente siempre decía que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pues ninguno como el ahora, tomando salchichas y cerveza tras un concierto en el Berlín de mediados del siglo XIX.

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