martes, 17 de febrero de 2009

Rompiendo la rutina

Como cada vez que volvía de vacaciones, tenía seis montones de hojas sueltas, archivadores y carpetas sobre su escritorio. Saludaba a sus compañeros, llegaba a su mesa, ponía cara de susto y se reían todos juntos de la genial ocurrencia. Luego recogía el material en blanco, lo guardaba en su sitio y dejaba sobre la mesa un par de montones con el trabajo que se le había acumulado todos estos días.

Y vuelta a la rutina. A trabajar de 8:00 a 14:00 y de 16:00 a 18:00 de lunes a viernes salvo días libres salpicados hasta las siguientes vacaciones. Estaba cansado de hacer siempre lo mismo, y es que ya eran más de dieciséis años.

Esa noche tuvo una crisis de ansiedad. Bajó al súper y compró dos botellas de ron -no sabía qué bebida le podía gustar-. Se bebió casi una antes de caer dormido con la cabeza metida en la taza del váter.

El despertador sonó en algún lugar lejano. Sentía dolor en todo el cuerpo -sobre todo en la cabeza- y mucho, mucho frío. En cuanto abrió los ojos empezó a sentir asco: estaba empapado de vómito frío que apestaba a alcohol y lleno de tropezones de tortilla de patata a medio digerir. Y el cuarto de baño que parecía el de una película de terror.

Al final sólo llegó veinte minutos tarde a trabajar. El jefe ya tenía redactada la carta de despido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues si que rompió con la rutina de 16 años!!!!