martes, 3 de febrero de 2009

Recuerda el mañana

Había perdido toda esperanza. Derrotado, agotado, cada hora del día era una vida de agonía, cada minuto un recordatorio de lo que no había conseguido hacer. Ahora viajaba en un autobús que le llevaba a un lugar que podía perfectamente ser el fin del mundo, el fin de los tiempos. Un limbo en la tierra en el que nunca pasaba nada hasta que llegaba la hora de ajustar cuentas con la vida.

El conductor le dio un voz. Era su parada. Amodorrado aún, se apeó, cogió su mochila del maletero, y se despidió con un gesto de la mano. Nadie devolvió el saludo. La noche era fría, y el cielo cubierto amenazaba lluvia. Apretó el paso hasta que llego a una enorme puerta de madera. El agujero de la cerradura invitó a su llave y le costó hacerla crujir. Finalmente, se abrió.

En fin, ese era el final. Encendió la vela que había en la entrada y se acercó a la habitación donde ya no escribiría su vida y dejaría pasar las hojas en blanco. Y entonces lo vio. No habían sido sueños sino recuerdos.

Y se acurrucó en el sofá donde todo había empezado, donde todo empezaría.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho, hay vislumbres de ilusión, esperanza. Mezcla de recuerdos y sueños por llegar.El texto invita a pensar.....
Te felicito

Anónimo dijo...

Bien, sueños, recuerdos, comienzos finales, todo es un mismo camino