lunes, 16 de febrero de 2009

Qué pesada la dependienta

Tampoco le quedaban muy bien esa botas rojas. Y la dependienta no paraba de hablar ni para respirar. Se estaba poniendo de los nervios. Como las siguientes botas no le gustasen iba a mandar a mierda a la tipa. Menudo coñazo de persona, de verdad.

La dependienta ahora le señalaba unas botas de caña alta que estaban haciendo furor en Milán (¿de dónde habría sacado semejante tontería?). En fin... por probar que no quedase. Eran un poco incómodas de poner, muy estrechas, pero la piel era suave y flexible y al final entró hasta el fondo. Se puso en pie y dio unos pasos por la zapatería. Se paró frente al espejo, giró una pierna hacia un lado, luego hacia el otro. Cambió de pierna. Al final iba a haber suerte...

Pues sí, se llevó las botas. Y lo cierto es que le quedaban muy, muy bien, aunque vaya plastazo de dependienta. Felipe se preguntaba si había valido la pena poner una zapatería cuando se topaba con clientes como esa dependienta del súper.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Será que es muy pronto por la mañana y me acabo de despertar y estoy espesa, creo que vislumbro la trama... luego lo volveré a leer