miércoles, 4 de febrero de 2009

Inaguantable

No valía la pena ni gastar una bala en pegarle un tiro. El tío era gilipollas perdido y seguramente lograría extinguirse por sí solo, pero es que en las trincheras ponía en peligro al resto de los soldados. El muy imbécil no paraba de contar chistes pésimos que acababan desmoralizando a la tropa y encima le había cogido cariño o algo, porque no había manera de quitárselo de encima.

Por las noches los morteros dejaban caer sus proyectiles que nunca acertaban en la trinchera. Y el imbécil se asomaba y pegaba gritos y tenían que tirar de él hasta aplastarlo en el suelo y darle de ostias para que se callara. Luego dormía hasta que se despertaba todo dolorido.

Pronto empezó a cagarse en cualquier sitio, a mear, a masturbarse delante de sus compañeros. John ya no podía soportar más al imbécil ese. Al final sí que tendría que meterle un tiro. Sacó el revólver de su funda, miró que quedaran balas y se la metió en la boca al cabrón. Dos de sus compañeros se tiraron a por él y le quitaron el arma.

John fue internado tras su intento de suicidio. Después se le diagnosticó esquizofrenia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial!!!!!

Anónimo dijo...

Lo encuentro bastante desagradable y deprimente. Uff