miércoles, 18 de febrero de 2009

El rey iluminado

La mitad de las bombillas se había ido fundiendo desde su coronación como rey. Menuda mierda de súbditos, no había manera de que las cambiaran sin que él lo pidiera, y eso a muy duras penas, así que había optado por hacerlo él mismo y dejarse de cabreos que no llevaban a ninguna parte. Además, el suyo era un reino muy humilde y no podía andarse con pijadas.

Sí que había dado vueltas la vida. Muchos años vagando por el mundo, pasando hambre, siendo rechazado por otros, sin saber dónde iba a dormir y levantándose sin saber si ese día tampoco comería. Pero llegó a aquel extraño país que nadie había visitado pero todo el mundo conocía de oídas. Era completamente real. Y sus habitantes lo reconocieron, lo admiraron, y lo erigieron como el gobernante que traería un nuevo esplendor al país y lo haría resurgir como una gran potencia.

Se asomó por la ventana oeste de su alcoba para disfrutar de un atardecer de fuego y las siluetas negras de los montes y los árboles de su reino. Luego se acercó al vestidor, se quitó el ojo de cristal, y se puso el parche por la fuerza de la costumbre, aunque ya no le hacía falta.

Se sentía muy afortunado de que la vida le hubiera traído a este país legendario. Al país de los ciegos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El tuerto es el rey en el pais de los ciegos.