jueves, 29 de mayo de 2008

Pizza

Le dejó casi dos euros de propina y se fue a la mesa donde tenía ya preparado un cubierto y una botella de vino descorchada pero que aún no había servido. Por fin iba a comerse una pizza, a sus 47 años de edad. En el fondo no sabía por qué renegaba tanto de ellas ya que, aún siendo comida basura, tenían un cierto encanto, un toque de sincera ilusión infantil. Y algo de ilusión es lo que necesitaba, que su trabajo como profesor de filosofía era de lo más descorazonador del mundo. Parecía que ya a nadie le importaba que hubiera un orden en el Universo, una razón por la que las cosas eran como eran y por la que teníamos -unos más que otros- la capacidad de cuestionar y razonar. A la gente ya sólo le importaba el día a día, la apariencia y el consumo de una cultura prefabricada que ahogaba el razonamiento.

Y qué leches, que le había dejado su novia -por maniático y cansino, decía- y se iba a dar el gustazo de comerse una pizza. Con dos cojones. Y a beber vino y ver alguna película en el ordenador y perder un poco el tiempo y desconectar la razón. Se sentó a la mesa, alzó la tapa de cartón, y le saltó a la vista un espectáculo dantesco: un círculo deforme con seis rodajas de pepperoni colocadas caóticamente en primer plano y un fondo de otros ingredientes anodinos. Pero lo que más le chirriaba eran los tres cortes que dividían la pizza en seis trozos desiguales. De algún modo, quien preparó su pizza había conseguido destrozar el sentido estético de la perfección del círculo. Joder, ¿qué costaba poner un poco de empeño y dividirla en tres diámetros equidistantes?

Se sirvió un vaso de vino que se tomó de dos tragos y miró de nuevo. Ahí estaba su cena, aberrante. Y con un olor delicioso que le llenaba la boca de saliva. Acercó la nariz a la caja de cartón, cerró los ojos, y aspiró. Ahora, a empezar a comérsela por un extremo.


Los detectives miraron extrañados al forense. ¿Pero cómo iba a haber muerto la víctima de inanición si estaba sentado ante una pizza?

No hay comentarios: