miércoles, 14 de mayo de 2008

El mejor amigo del hombre

Mientras barría la sacristía Marcelino pensaba que de haber nacido medio milenio antes, hubiera sido un jorobado tuerto y cojo que no podría salir de la iglesia sin que los niños le apedrearan. Pero no tenía esa suerte; los niños preferían cambiarse de acera o dar media vuelta. Cuando terminaba sus tareas de limpieza y salía a la calle sentía que dejaba de existir. La gente se movía a su alrededor esquivándole al pasar sin que se cruzasen las miradas ni una sola vez. En el autobús, picaba el bono y se quedaba agarrado a una barra hasta que llegaba su parada. Sólo se sentía feliz cuando llegaba a casa y Misco saltaba del sofa y se abalanzaba sobre él a lamerlo y olisquearlo y llorarle y reprocharle que le hubiera dejado solo todo el día. Ciertamente el perro era el mejor amigo del hombre, su único amigo.

Misco oyó el ruido de las llaves en el rellano y saltó a recibirlo a la puerta. Lamió y olió a Marcelino. ¡Qué ansia! ¡Qué aroma! Y mira que era feo el cabrón pero pronto moriría de cáncer y saborearía esa carne.

2 comentarios:

Van dijo...

ETRES KRUELLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL

Anónimo dijo...

Glubb!