miércoles, 14 de mayo de 2008

Perra vida

No le gustaba nada eso de tener que aguantar la visita de los doctores todos los días. Vale que su padre le repetía orgulloso que era alguien muy especial y que por eso mismo tenía a tanta gente pendiente de él, pero lo que verdaderamente deseaba era salir de aquella habitación en la que se encontraba rodeado de aparatos, cables y luces y un incesante goteo de personas. Gracias a Internet casi casi podía decirse que había visitado medio mundo, pero lo que él deseaba era salir de aquella habitación en la que llevaba toda la vida y sentir el aire fresco, el calor del sol, mojarse en el mar.

Llegó un momento en el que su carácter se fue volviendo más arisco, más huraño, más reservado. Se iba dando cuenta de que nunca saldría de ahí y que su vida era una aberración y que con el paso del tiempo las cosas seguirían yendo a peor. Decidió que esa noche sería la última que pasaría encerrado en esa sala aunque fuera incapaz de moverse por sí mismo. Sería a las diez, con el cambio de turno.

A las 22:07 el catedrático Frank Neumann recibía una llamada procedente de la universidad mientras dormitaba acurrucado con su amante. Algo muy extraño había sucedido: el superordenador en el que tenía lugar el experimento de inteligencia artificial había salido despedido por la ventana del laboratorio y apareció estampado entre los rododendros diez metros más abajo. Las copias de seguridad habían sido borradas. Adiós Premio Nobel.

No hay comentarios: