martes, 13 de mayo de 2008

Excitación

Cada mañana esperaba en el andén mientras ojeaba a su presa. En cuanto identificaba una se acercaba a su zona y cuando llegaba el metro aprovechaba para entrar tras de ella y ponerse a su espalda. Si había suerte, la chica se daba la vuelta. De cualquier modo, la masa de gente que entraba hacía la magia y aplastaba sus cuerpos. Entonces notaba como su polla crecía por la pernera del pantalón y quedaba separaba tan sólo por dos finas capas de tejido de esa carne que deseaba. El vaivén del vagón aumentaba el roce y unos instantes más tarde cerraba los ojos, se mordía el labio inferior y se corría sin dejar de apretar la pelvis hacia delante. El semen que impregnaba su ropa y vello púbico se enfriaba poco después y a lo largo del día sólo tenía que meter la mano en su entrepierna y oler y chupar sus dedos para excitarse de nuevo.

Nunca tuvo problemas en el metro. Y las chicas estaban encantadas con aquel cliente que nunca quería ni penetración ni felación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Qué asco!!!!