domingo, 2 de marzo de 2008

El perro de los cojones

Estaba hasta los cojones de los gritos de esa pareja histérica y su maldito perro-patada. Había llegado al punto de pasarse las horas en casa después del trabajo pensando en cientos de maneras distintas de matar a esos vecinos y sabiendo que nunca las llevaría a la práctica. Cada vez que que coincidía con ellos en el ascensor (el único momento del día en que deseaba verlos) se imaginaba esas caras redondas aplastadas, reventadas, llenas de sangre. Incluso mordidas por ese perro que poco después moría de indigestión.

Sin embargo esa noche se sentía bastante mal: decepcionado, defraudado, estafado, apenado. Y sobre todo, triste. Fue un gran palo ver a las patrullas de policía cuando llegó a casa. Aquél cabrón había matado a su mujer y al perro y se había suicidado.

¿Qué iba a hacer él ahora?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el mejor. un diez

Anónimo dijo...

La moraleja... real como la vida misma.
Ingeniosa relato. Genial!!!!