lunes, 4 de febrero de 2008

Urbanita

No se tardaba tanto en ir de un lugar a otro. Desde que se jubiló, el tiempo parecía cobrar otro sentido. El sol salía y se ponía cuando menos se lo esperaba y todo se relativizaba a meras distancias. Día tras día -paseo tras paseo- iba conociendo mejor esa ciudad. Por aquí se acortaba, por este otro sitio había callejuelas interesantes o por aquél la gente parecía tomarse la vida con más calma.

Llegó el día -el lugar- en el que dejó de ir a su casa para no detener su deambular. Tantos recovecos que aún desconocía, callejones por los que había pasado y que deseaba ver, barrios enteros por descubrir. La ciudad crecía bajo el bosque de grúas y pronto tuvo que dejar de dormir para que no se le escapasen los límites.

Josefino Baute murió aplastado por una retroexcavadora de cadenas en uno de los nuevos PAUs. Sus restos fueron cargados en un camión de áridos y acabaron -bien mezclados- en el hormigón de la acera de los número pares de la Avenida del Progreso, entre los números 24 y 30.

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