Lo más jodido de todo era cuando le pedían tabaco y le quedaba un solo cigarrillo. Con la mejor de sus sonrisas lo sacaba, lo ofrecía y, si le decían que no, que era el último, mentía diciendo que justo iba a comprar otro paquete.
Era lo que menos le gustaba de formar parte del pelotón de fusilamiento.
lunes, 11 de febrero de 2008
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