La leche tampoco sabe tan agria. Pica un poco en la punta de la lengua y el paladar pero se puede beber. Lo peor es el frío que hace de madrugada, a uno se le enfrían tanto los dedos que dejan de doler y entonces hay que frotárselos un poco hasta que el dolor vuelva si uno no quiere que se pongan negros y haya que cortarlos. No sé quiénes saldremos hoy en busca de comida y menos aún quiénes volveremos.
Aún me sigo preguntando cómo hemos llegado a esto. Lo teníamos todo.
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