jueves, 14 de febrero de 2008

Un gran peso

La sotana calada de lluvia pesaba como un muerto. No podía quitarse de encima el peso que él mismo había colocado sobre sus hombros. Aún era joven, menos de 40 años, pero ya su vida se había alejado en exceso de sus sueños de juventud y había dado paso a un largo peregrinar por tierras de su espíritu que muy poca gente comprendía. No podía vivir una vida normal, como a veces deseaba, y tenía que conformarse con el agridulce regusto del respeto y casi miedo reverencial de quienes a él recurrían.

Ya estaba llegandoo. El gatito blanco que se asomaba al contenedor se quedó mirándole fijamente durante unos instantes antes de meterse a saltitos en las sombras del callejón. Se acercó al contenedor y arrojó dentro el cuerpo del sacerdote.

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