miércoles, 20 de agosto de 2008

Unas buenas vacaciones

Esta vez seguro que había cerrado el gas, el agua, apagado todas las luces y cerrado con llave al salir. Dos veces había entrado a comprobarlo -por si acaso- y por fin bajaba tranquila en el ascensor. Salió a la calle, cerró los ojos y respiró fuerte. Tosió. Al aire de la ciudad no era muy limpio. En la esquina paró un taxi que le llevó a la estación de tren en un trayecto rápido y directo. Un taxista honrado y nada hablador. Con ella al menos.

Andén 27. Menos mal que la entrada estaba en el 32. La maleta nueva se deslizaba con suavidad por el suelo enlosado, sin hacer ruido. Sonrió. Por fin iba a tener unas buenas vacaciones. Un chico le ayudó a subir la maleta al tren y siguió su camino por el anden con un de nada que le supo a poco.

Cuando el tren dejó atrás la estación se quitó los zapatos, puso los pies sobre el asiento de enfrente -estaba sola en el compartimento- y suspiró relajada. Atrás quedaban la ciudad y su móvil sonando impertinente sobre la mesita del recibidor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me pareció estar viendo todo en una película...