domingo, 24 de agosto de 2008

Luciérnagas

Lo que más le gustaba de las luciérnagas es que solían quedarse quietas tras un rato y podía acercarse a ellas. La gente solía quedarse encandilada con el efecto que producía verlas volar de noche y esto impactaba tanto que, a lo largo de loa años, fueron incorporándose a las leyendas y costumbres locales, transformadas en hadas, espíritus de las estrellas o deseos que buscaban satisfacerse. Pero ella las veía con otros ojos, nada de leyendas y bobadas. Desde pequeña le habían interesado y, cada noche, salía a buscarlas en vez de quedarse durmiendo.

Ante sus ojos había un ejemplar precioso que brillaba con toda su intensidad, un macho que gritaba a la noche que él era el destinado a perpetuar sus genes hasta el fin de los tiempos.

Sobre la pared de una casa castellana, una salamanquesa daba cuenta de una luciérnaga.

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