lunes, 4 de agosto de 2008

El sentido de las cosas

Por más escalones que subía sentía que no avanzaba. Su destino se veía tan cercano -tan lejano- como tiempo atrás. Se cansaba, sudaba, seguía luchando. Pero todo parecía en vano. A veces se desanimaba y se detenía. Y veía cómo se alejaba. Sólo le quedaba ponerse a caminar de nuevo, peldaño a peldaño hacia allí donde quería llegar.

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Aún no había llegado al fondo. Por mal que se sintiera, por absurdo que pareciera todo, seguía descendiendo hasta lo más profundo. Quería ver que había abajo del todo. Sólo así calmaría su ansia y podría volver para salir. A veces caía y caía, golpeándose, llenándose de heridas que le daban fuerzas para seguir bajando. Otras se paraba, descansaba, y veía como se alejaba. Pero el fondo parecía inalcanzable, como si no existiera, como si nunca pudiera llegar. Y, sin embargo, veía a otros ahí abajo. Abajo del todo.

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Jonathan fue despedido su cuarto día de trabajo por cabronazo. Había aprovechado la visita del colegio de educación especial para invertir el sentido de las escaleras mecánicas.

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