martes, 26 de agosto de 2008

Un clásico averiado

Por más que le daba a la llave no arrancaba. Vamos, que parecía que el cacharro estaba completamente muerto. Trató de hacerlo andar empujando pero no había manera, en cuanto se le acababa la inercia se quedaba parado, igual que al principio. Lo cierto es que, aunque viejo, el cacharro era bonito, seguramente un clásico -aunque no entendía mucho del tema-, y se lo había dejado su tío en herencia. Recordó cómo de pequeño le parecía algo casi mágico ver a su tío trasteando en el garaje de su casa en las tripas de un motor desahuciado y consiguiendo que para la cena funcionase perfectamente, con un sonido suave y regular. Siempre insistía en que se quedara a su lado para ver cómo era un motor, las piezas que lo formaban y su función, pero él prefería ir a jugar con sus primos al bosque. Ahora le daba pena no haberlo hecho, podría haberlo arreglado el mismo en vez de tener que llevarlo a un profesional. Y a saber cuánto le costaría la broma.

De todos modos, lo intentó una vez más. Volvió a meter la llave en la ranura y la giró hasta que hizo tope. Nada, si la forzaba aún más podría romperla. Y tampoco empujando. En fin, ya buscaría a alguien que le arreglara el reloj carillón.

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