viernes, 25 de abril de 2008

¡Qué maravilla de pomelos!

Cada pomelo que cogía estaba casi más blando que el anterior. Así de pochos no iban a durar ni dos días. Consiguió que se los dieran gratis al comprar un kilo de naranjas que no quería.

Volvió a su casa radiante y dejó la bolsa sobre la mesa de la cocina. Luego abrió la ventana y respiró el aire fresco. Cogió el pomelo más blando, lo miró y lo lanzó contra el perro de la portera.

¡Qué maravilla de pomelos!

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