martes, 22 de abril de 2008

Destello

Pespunte era un concepto que no tenía muy claro. Sabía que tenía algo que ver con coser -¿sería eso de rematar el final de una costura?- pero no era suficiente. Su madre no estaba en casa. Su abuela había muerto hacía poco más de un mes y no se le ocurría a quién más preguntar. Pespunte... pespunte... Nada. Cerraba los ojos y veía a su madre hace unos años sentada junto a la ventana con un huevo de mármol dentro de un calcetín dale que te pego con la aguja y el hilo. Pero nada, su recuerdo no se acercaba lo suficiente a la escena como para verla bien de cerca. Volvía a cerrar los ojos y ésta vez cosía con la máquina un parche con forma de balón de baloncesto en la rodilla de un chándal. Pero es que lo hacía con máquina y le sonaba que pespunte se hacía a mano y, además, tampoco veía con detalle lo que hacía la máquina.

La enciclopedia. Esos libros de lomo verde, negro y dorado que estaba prohibido tocar cuando tenía curiosidad y que ya no quería abrir cuando le animaban a ello. Tomo 7, ahí entraba la sílaba pes. Página 124. Nada, no existía la entrada pespunte. Puta mierda de libros... Por un momento estuvo tentado de tirar con todas sus fuerzas ese estúpido tomo hacia la pared pero respiró hondo, se calmó, y lo dejó en su sitio. Después se fue a la nevera, sacó su primera lata de la noche y comenzó a beber para olvidar.

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