martes, 29 de abril de 2008

Espionaje

Dudaba mucho de que ese fuera el sobre, pero es que no había otro. En los cajones del escritorio sólo encontró ese. El sobre estaba abierto, parecía vacío, no pesaba nada, y a trasluz tampoco dejaba entrever ningún contenido. Siempre quedaba la posibilidad de que lo que le habían mandado buscar fuese diminuto y él no pudiera apreciarlo o que estuviera impregnado de alguna sustancia valiosísima. Es lo que tenían esos encargos con tanto secretismo. Y las instrucciones eran tajantes: el sobre estaba en los cajones del escritorio del despacho del presidente.

Miró el reloj: aún le quedaban algo más de tres minutos hasta que pasase el de seguridad. No era mucho si quería salir del edificio sin dejar rastro, así que guardó el sobre y salió al pasillo como una sombra silenciosa. Unos minutos después se escabullía en la noche.

Era la segunda vez en lo que iba de mes que el encargado de las misiones daba por equivocación al botón de enviar mientras editaba un mensaje.

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