miércoles, 7 de enero de 2009

Santidad

Lucía yacía en el lecho con los ojos cerrados. La luz parecía estar flotando a unos centímetros sobre su cabeza. No debía haber ninguna luz pero ahí estaba. Luego el olor a flores que inundaba la estancia. Lucía era una persona muy buena, siempre entregada a los demás. Creyente hasta la médula. No se esperaba esto.

Le había robado su vela de jazmín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya, sí soy yo... pero hoy no comento nada.