sábado, 3 de enero de 2009

Inocencia perdida

Sólo tenía seis años cuando vio morir por primera vez a un amigo. Sólo seis. Y nunca lo olvidaría. Era pequeño y, seguramente por eso, creía que el poder de la amistad o desear algo de todo corazón podría cambiar las cosas. Pero no fue así. A finales de enero se dio cuenta de que algo no iba bien. Jordi ya no tenía la vitalidad de los días anteriores. Día a día iba a hacerle compañía, lo tenía al lado de casa. Se pasaba las horas a su lado, jugando sólo, jugando a que jugaba con él. Y se imaginaba que lo veía mejor. Solía acariciarlo pero estaba demasiado frío al tacto y le acababa resultando desagradable. Dejó de hacerlo. Al cabo de dos días ya no podía seguir engañándose. Dejó de visitarlo.

El lunes siguiente Jordi ya no estaba. Volvió a la guardería y en el recreo se metió en el baño para llorar. Claro que luego tendría más amigos pero ninguno sería tan especial como Jordi. Ningún otro muñeco de nieve.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy tierno :'( Si, si me ha gustado mucho. Da mucha penita!!!!