miércoles, 5 de noviembre de 2008

Supervivencia

Había demasiada gente. Demasiada. Y así no podrían sobrevivir. ¿Y cómo hacer para decidir quién debía salvarse y quién no? El peso de la responsabilidad le hundía el ánimo. Era una suerte poder decidir de manera razonada cómo facilitar la supervivencia del mayor número de personas en vez de depender de las respuestas al pánico y también una maldición cargar sus recuerdos con las últimas miradas de los muertos.

¿Por qué lo habían coronado a él como jefe? Nunca se había comportado de manera violenta ni imperativa. Quizá por eso mismo su ánimo suponía un bálsamo para quienes sentían la fría mordida del miedo en la nuca.

Y en el fondo daba igual cómo habían llegado a esa situación. Habían llegado a ella y punto. No había vuelta atrás. El resto de sus compañeros seguían realizando sus fútiles rutinas diarias, ajenos a las cavilaciones que le ocupaban. Esa misma noche tendría que ejecutar las decisiones que hubiera tomado. Llegaba el frío.

Cuando llegó el equipo de televisión a la cueva se encontraron al jienense sonriente cubierto de sangre y los restos descuartizados de los demás concursantes apilados al lado de la fruta.

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