sábado, 29 de noviembre de 2008

Con el futuro asegurado

Ya llegaba el día de su retiro y pronto podría disfrutar del resultado del trabajo de toda una vida. Más de diez años sin vacaciones, una vida solitaria, los gastos imprescindibles. Ahora se vería el valor de tanto sacrificio.

Llego a su casa con el último salario en la mano. Su perro meneó el rabo y le miró a los ojos pidiéndole permiso para saltarle encima y mostrarle su verdadera alegría. Se lo dio. Le acarició la cabeza y luego fue directo a la sala en la que guardaba su tesoro. Respiró hondo y abrió la puerta. Ahí estaba todo, amontonado en el suelo como si de un tesoro mitológico se tratase. Estiró el brazo y volcó su última paga en la cúspide del montón de sal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo lo que pienso... es mejor disfrutar lo que tienes y lo que vas teniendo, en lugar de irlo guardando todo para un determinado momento. Igual ese momento nunca llega o llega demasiado tarde cuando ya no podemos disfrutar de ello.