domingo, 2 de noviembre de 2008

Afortunado

Ya le quedaban muy pocos periódicos. En cuanto se le acabaran, se iría a dormir; había sido un día muy, muy largo.

Veía a los mendigos durmiendo entre cartones, en los cajeros automáticos. En la cabina de la esquina. Menuda vida más perra, todo el día tirados en la calle sin un motivo para levantarse, sin saber cómo iban a conseguir el dinero para siquiera comer. Sin saber si iban a morirse esa noche de frío. Se supo muy afortunado. Él al menos tenía los periódicos.

Arrugó otras cuantas hojas y las echó en el bidón. Al menos esa noche no pasaba frío.

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