viernes, 21 de noviembre de 2008

Sueños de la infancia

Le encantaba ver pastar a las vacas paseando de la mano de su abuela cuando la acompañaba por el camino de tierra que discurría entre los pastizales de las colinas hacia el pueblo. Siempre conseguía de su abuela una moneda enorme de chocolate cuando terminaban de hacer las compras y se la comía durante el camino de vuelta.

Pero los veranos se acababan y llegaba el día en el que veía por el cristal de atrás del coche cómo la casa se iba haciendo más pequeña hasta que desaparecía de golpe tras una curva. Los días se volvían más oscuros y tenía que hacer cosas que no comprendía y que no le gustaban.

Acostada en la cama, tras la fiesta de su undécimo cumpleaños, se juró que nunca más haría cosas que no quisiera hacer.

A partir de ese momento los demás pensarían por ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que pena cuando se pierden los sueños e ilusiones.