miércoles, 16 de julio de 2008

Tonto

Las palomas se cagaban en todos los alféizares del monasterio y estaba hasta las narices de pasarse todas las mañanas de los domingos limpiándolos. Y el ruido que armaban para pelearse o cortejarse era espantoso. Sin embargo, desde las mismas ventanas, solía quedarse durante largo rato observando a los cuervos lanzarse sobre los topillos, insectos y otras alimañas que pululaban por los alrededores de los cultivos. Claro que él era sólo un mozo tonto -se encargaban de recordárselo a la mínima ocasión los sacerdotes-, pero seguía sin entender por qué siempre ponían una paloma revoloteando sobre el señor de la cruz.

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