martes, 22 de julio de 2008

A tiempo

Menos mal que aún quedaban diez minutos para que saliese el último autobús hacia su casa. Por fin le habían dejado salir hasta las tres de la madrugada y, si sus padres veían que la cosa iba bien, confiarían en él y le dejarían salir hasta esa hora durante todo el año. Y a partir de los 18, sería libre de volver cuando quisiera. Apuró el paso para no llegar tarde.

Más de una hora después, mientras Juande roncaba en la parada, el reloj seguía marcando las tres menos diez.

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