Era un suplicio pasar todos los días -salvo los domingos- ante ese escaparate con los cristales pintados de blanco. Llevaban así toda la vida. O al menos el último año y medio que llevaba viviendo en Palencia. A diario aparcaba en el vado del local una furgoneta de Reformas Martínez y Coco con distintos materiales y herramientas de construcción. Una vez, cuando salía uno de los obreros con unos cascos vacíos de cerveza, pudo intuir a través de la puerta una figura que parecía estar colocando unos paneles de Pladur en la penumbra. Luego la puerta se cerró. Y no volvió a ver nada más.
Ahora, roto sobre el paso de cebra, su vida se le escurre con la fría sensación de que nunca sabría que se esconde tras esos cristales.
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1 comentario:
Uffff!!!
es que no tengo palabras... me encanta!!
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