miércoles, 11 de junio de 2008

Sola en el puerto

El tubo de pasta de dientes era su única esperanza frente a los hombretones que se le acercaban desde el muelle. Lo sacó del bolso, lo desenroscó y el pequeño precinto se le escapaba de los dedos. Los cinco hombres se acercaban directos hacia ella. Mientras seguía tratando de quitar el precinto sin caer en la histeria pensó en por qué se decía que salir corriendo era peor, si cuando alguien venía a partirte la cabeza lo único que podía evitarlo era darle esquinazo. Era la posibilidad de la salvación frente a la certeza de una paliza. Y lo de que le fueran a pegar más fuerte por intentar huir no lo veía muy convincente.

Logró enganchar el precinto entre las uñas y tiró de él hasta soltarlo. Bien, ya estaba abierto el tubo. Aunque no entendía el idioma, sabía que era ruso lo que hablaban. Podría defenderse en Inglés.

A esas horas no se veía un alma por el puerto y encima su compañera le había dejado sola. Que fuera lo que Dios quisiera. Chupó la boca del tubo de dentífrico y apretó hasta que le saliera un buen chorro. Masticó la pasta con asco, moviéndola entre los dientes. Tragó. Sintió arcadas pero aguantó el tipo. Llegaron los rusos. La suerte estaba echada.

No estuvieron mucho rato con ella pero se fueron satisfechos entre risas; la ropa que llevaba ayudaba a realzar sus cuerpo veinteañero y esa boquita que tenía hacía milagros... Eso sí, se prometió a sí misma no volver a tomar alioli mientras le durase el trabajo de azafata en el punto de información.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pillin pillin,sigues despistandonos. Ha estado muy bien, no sabia se la pasta de diente era un arma defensiva... si los rusos la iban a violar... en fin Genial como siempre