martes, 10 de junio de 2008

Incómodo

No entendía nada de lo que decía el cura. Mira que había estado en misas, pero este párroco, en vez de hablar de justicia, solidaridad o amor a los demás, no paraba de despotricar contra el gobierno, la sexualidad de la gente o la pérdida de los valores morales. Y luego se quejaban de que la gente ya no iba a misa. Si es que era normal; lo que una vez fue medicina para el alma, ahora era una mera rutina para perpetuarse en su escalón social.

Ya no se sentía cómodo en su iglesia, colgado semidesnudo de la cruz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso, muy profundo y creo que es una gran realidad! Enhorabuena