lunes, 30 de junio de 2008

El Interrogatorio

La luz hería sus ojos enrojecidos por las lágrimas, la falta de sueño y el humo del tabaco. El tipo que llevaba toda la tarde haciendo de poli bueno se acababa de quitar la camisa salpicada de sangre y el poli malo dormitaba agotado en el sofá. Al contrario de lo que había esperado, no le dolían las muñecas atadas a su espalda sino los hombros. La postura era muy forzada y cada vez que trataba involuntariamente de escapar de los golpes, un latigazo de dolor le subía hasta el centro de su cerebro.

Los cabrones seguían insistiendo en que les dijera dónde se alojaba la chica. Pero el no se lo decía. Más de una vez las palabras estuvieron a punto de salir de su boca, el dolor era insoportable, pero al final se mantenía en silencio. Cómo siempre hacía. Esos dos matones no iban a conseguir lo que nadie había conseguido hasta ahora. Por mucho que se esforzaran no iba a hablar. Por más que le torturasen.

Y lo peor de todo es que al final, cuando se hartasen de su silencio, se lo cargarían. Seguro. Maldito tumor de laringe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Plas plas plas!!!! muy bueno