viernes, 13 de junio de 2008

Ronroneo

Lo peor del autobús era que, a las horas que lo cogía, se convertía en una diabólica máquina de darle sueño. Siempre se pasaba de parada y, al final del trayecto, el conductor le despertaba, le hacía bajar del vehículo y le recogía 15 minutos después tras dar una vuelta a la rotonda y quedarse charlando con otros conductores. Luego ya, cabreado, llegaba más o menos despierto a su parada.

Primero decidió ponerse la alarma del reloj. No la oía.

Para los siguientes días se compró un reproductor de MP3. Le ayudaba a dormir aún mejor al aislarlo de los ruidos.

Después se grabó a sí mismo ordenándose despertar y la programó para que sonara en el minuto 42 desde que daba al play. Funcionó. Durante dos días. Le robaron en cacharrito.

Trataría de ir andando. A las dos horas del primer intento, éste se convirtió en el último. Pagó un taxi -que gracias a Dios paró- para que le llevara a casa.

Finalmente, encontró la solución. Esa noche volvió a casa despierto, fresco, feliz. Le habían echado del trabajo. Por dormirse en el puesto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así de drástico, jejejejej