miércoles, 31 de diciembre de 2008

Promesas

Las ruinas de aquel campanario al que subía en su infancia destacaban sobre el paisaje nevado y un cielo gris que anunciaba más nieve. Había caminado durante horas para volver al pueblo que le vio crecer y que había permanecido sumergido en el limbo de las aguas de un pantano durante las últimas décadas. Reconocía las calles, no habían cambiado nada salvo por el fango que homogeneizaba las paredes, puertas y ventanas con el mismo tono ocre.

Llegó a su casa. La puerta estaba cerrada y pensó en lo vano de aquel acto. Podían haberla dejado ardiendo que hubiera dado igual. Entró sin problemas y se dirigió al sótano. Paredes y suelo aún guardaban mucha humedad pero no sentía frío. Al fondo, bajo una losa suelta, estaba lo que buscaba. Dos soldaditos de plomo idénticos y unas pocas monedas. El tesoro de su infancia que juró recuperar algún día.

El espíritu de Joaquín por fin pudo abandonar el mundo de los mortales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Ta bain" jejejejejej, ya puedo yo también abandonar el mundo virtual por hoy