sábado, 13 de diciembre de 2008

Que no me vean...

Aquellas dos personas le resultaban de lo más sospechosas. Giró la cabeza y miró hacia el exterior. Nevaba y las luces amarillas de la noche iluminaban los copos que caín en su cono de luz. Respiró hondo, disimuló como mejor sabía. El hombre y la mujer pasaron a su lado y ella le miró fugazmente, lo vio por el rabillo del ojo. Aguantó la respiración y cerró los ojos.

Sintió como tres fuertes manos le sujetaban el cuerpo contra la silla y la cuarta le inmovilizaba la cabeza. Gritó y el resto de la gente de la sala o no miró, o lo hizo con escaso interés. El corazón se le desbocaba, no podía controlarlo. ¿Qué iban a hacer con él aquellas dos personas?

Una de las manos que le sujetaba el cuerpo se soltó e instantes después le metió algo en la boca. Le impidieron respirar hasta que se le fueron las fuerzas y se lo tragó. Sintió que se desvanecía.

El nuevo paciente paranoico comenzaba a resultarle cansino a los celadores.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hasta yo he sentido la angustia, y he tenido que tragar algo!!!!