martes, 2 de diciembre de 2008

Pesadillas

Ya no tenía la fuerza de su juventud y se sentía cansado tras pasar todo el día pastoreando a sus ovejas. Toda una vida de soledad salvo contadas visitas con las que almorzaba o cenaba y de las que no volvía a saber. Se sentó en el tronco de un árbol caído y trató de recordar cómo era el sol cuyo calor sentía en la piel. Pero habían pasado demasiados años desde que perdió la vista y sólo consiguió evocar la imagen distorsionada de un disco pálido.

El calor del día fue dando paso al frescor del ocaso. Llevó de vuelta al rebaño y se encerró en su casa. Cenó un poco de carne asada y un pedazo de queso. Sólo bebió agua. Luego se echó en el catre y soñó la misma pesadilla que se le repetía desde hacía años. Jamás olvidaría esa voz, la del último rostro que conoció. Finalmente, llegó la calma.

El anciano Polifemo roncaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bucólico, original, tierno, nostalgico.