domingo, 28 de febrero de 2010

La hora

Era la hora en la que los monstruos que acechaban en la noche huían despavoridos. No, no era el sol que asomaba su corona tras las oscuras montañas. Tampoco era un paladín o un hombre santo que se aventurara en la espesura para descargar la ira de Dios sobre esas infernales criaturas. Hasta la muerte misma tomaba la mano de Cronos para perderse en un futuro difuminado.

Era la hora en la que la sombra aparecía arrastrándose, aún más negra que la noche. Escuchaba el siseo del aire deslizándose por sus deformes fosas nasales, escapándose entre sus colmillos chorreantes de baba. Sigilosa, trepaba por los pies de la cama. El peso de su cuerpo musculoso aprisionaba sus piernas bajo las mantas raídas hasta situarse sobre su pecho. No podía ver su cara pero sentía su fétido aliento en el rostro. Entonces, sin previo aviso, su viejo bulldog francés le lamía la cara y, acurrucándose en su almohada, dormían sin pesadillas.

2 comentarios:

Maria dijo...

Muy bueno, despues de un momento tan tenso, tan terrible aparece la ternura y el cariño del mejor amigo del hombre.
Genial!!!!

Katy dijo...

Buen realato sobre ese estado de duermevela, en dónde el sueño se mezcla con la realidad. Esa es la imagen que tengo de estos bichos.
Un abrazo