sábado, 18 de octubre de 2008

Beber no soluciona nada

Las cajas se iban acumulando en el fondo del sótano. Las primeras, numeradas, bien precintadas, y encajadas como las piedras de un antiguo templo; las últimas, apiladas con desgana en montones, columnas torcidas o simplemente arrojadas de cualquier manera en los huecos que aún quedaban.

Después de pasarse más de diez minutos anonadado al pie de las escaleras el cabo Ramírez volvió a la realidad. A ver cómo se las apañaba. ¿La caja 2? ¿Pero cómo esperaban que pudiese llegar hasta ella y sacar los documentos que le habían solicitado? Subió a preguntar al sargento López si había entendido bien las órdenes o era una broma.

Poco tiempo después estaba con dos soldados de reemplazo que no habían sabido escaquearse a tiempo moviendo cajas para hacerse un pasillo hasta el fondo de la sala. Pararon media hora para comer -los reclutas se estaban portando realmente bien, algo se le ocurriría para recompensarlos- y a las 19:43 por fin llegaron a la caja 2. Se acuclillaron alrededor de ella y el cabo Ramírez rompió el precinto con un cúter.

Dentro sólo había trofeos de mus, dominó y tonterías similares. Ningún documento. Cogió la caja y subió a las oficinas. Cerradas.

Bajaron a la cantina e invitó a los dos reclutas. A ver cómo quedaban las cosas el día siguente. Sacó 20 € para pagar las consumiciones. Le devolvieron las vueltas y unos documentos que habían dejado en caja para el sargento López.

1 comentario:

Van dijo...

exakto
beber no vale de nada