sábado, 4 de diciembre de 2010

Hilando palabras

Es tarde y hace un rato me quedé dormido en casa de mi hermana mientras veíamos todos juntos una película de Los Hermanos Marx, Una tarde en el circo. Pero ahora tenía ganas de llevarme el ordenador a la cama y escribir un poco. En realidad de escribir un poco. Mi vida es una montaña rusa, a veces divierte y a veces acojona pero sabes que tras cada meneo ya queda uno menos para que se acabe. Hasta aquí es una metáfora manida y sinsorga. Pero es que de verdad me sube y me baja y me agita como a un pelele y mi mente se empeña en buscar mil explicaciones para algo que, simplemente, es. Resulta que mi yo físico tiene vida propia y mi yo pensante se ha enrocado en las ideas de aquellos que le convencieron de que nada de lo que le pasaba era real.

Y quizás así se hizo real. No sé, mi cabeza va a una velocidad inadecuada al mundo que le rodea y ha hecho demasiado caso a los demás. Toda la vida he querido ser perfecto, hacer sólo aquello que puedo hacer impecablemente, agradar a todo el mundo, armonizar distintos instrumentos en una única armonía. Y así me he quedado, colgando enredado en la telaraña que tan laboriosamente he tejido.

Mientras escribo esto se me aparecen las caras decepcionadas de algunos amigos y amigas -ya estoy otra vez dándole vueltas a todo- y casi me siento tentado de no escribir. Pero no son sus sentimientos los que necesito derramar sobre el óvulo de papel sino los míos. Llevo tres días sintiéndome casi normal tras unos meses eternos de niebla. No sé cuánto durará pero necesito creer que esta vez sí que es la definitiva que me permita coger velocidad para no detenerme nunca más. Mis amigos del tsk, tsk vuelven a hacer ese sonido asqueroso y miran a otro lado pensando joder, ya está otra vez... En mi cabecita arde una pequeña vela que aleja las nieblas unos metros y me permite ver dónde me encuentro. Está todo hecho una mierda, desordenado, anticuado, medio roto, mohoso y pisoteado.

Y ahora, casi a las 3 de la mañana de un sábado, tengo un poquito de luz -lo que dure- y recojo un cachito de ahí, ese papel arrugado de allá, las fotos del corcho y hasta me puedo calentar una infusión que aleja el frío de mi cuerpo enjuto. Adoro las palabras, leerlas, sí, pero sobre todo hilarlas en tapices irrepetibles.

Gracias a vosotras cuatro (M, K, M, A, en orden de aparición) por saludar al payaso y hacerle ver que estáis ahí. Ha sido más importante de lo que os pensáis.

1 comentario:

mária dijo...

Pues sí es un error vivir para los demás y no para uno mismo. La perfección no existe y tu forma de actuar siempre habrá quien la critique.
La vida es de cada uno y cada uno la debe vivir como quiera.
Creo que has visto un poco de luz...no la pierdas.
Besos.