jueves, 25 de febrero de 2010

Una llave oxidada

Llevaba meses esperando ese momento. Había batallado contra hordas de soldados de muchos lugares: bárbaros de las estepas, hombres del desierto, monjes guerreros de las montañas, marineros negros de ultramar y caballeros de las llanuras. En sus brazos habían muerto muchos amigos; con sus brazos, innumerables enemigos. Había delirado con fiebres, el frío le había arrancado algunos dedos de los pies, se había alimentado de inmundicias que los perros de su castillo hubieran dejado a un lado.

Pero ahora volvía a casa con los supervivientes de su ejército. Ante ellos, bajando la loma, se alzaba su castillo recortado en el cielo rojo del atardecer. Una comitiva de veinte soldados de su guardia venía con antorchas a escoltarlos de vuelta al hogar. Casi podía escuchar las fanfarrias que sonarían al cruzar el puente, olía el venado asado, las verduras humeantes, el pastel de carne y el vino e hidromiel que esperaban en el banquete.

Le gustaba ver a sus hombres disfrutando de la cena, de su vuelta al hogar. Se palpó el bulto que colgaba oculto de una cadena de oro bajo sus ropas. La llave de su más preciado tesoro. Alzó su copa de vino, brindó por el valor de aquellos hombres y la gloria que habían traído consigo. Se sentía cansado y deseaba volver a contemplar su tesoro, disfrutarlo antes de dormir. Se despidió de sus hombres y se dirigió a sus aposentos. Cerró la puerta por dentro y, sonriendo, sacó la llave que colgaba de su cadena. Estaba cubierta de orín, oxidada por meses de sudor y de lluvias. La acercó al candado que encerraba su tesoro, la introdujo y no pudo girarla. No podía ser. La sacó, y la observó a la luz de las velas. Los dientes estaban roídos. No podía ser. La introdujo de nuevo en la cerradura. No había nada que hacer.

Se asomó a la ventana y gritó su frustración al oscuro valle, a las estrellas. Su mujer le abrazó por detrás. Tampoco era para tanto, ya le quitarían al día siguiente el cinturón de castidad.

2 comentarios:

Maria dijo...

Vaya frustración. Por querer asegurar la fidelidad de su mujer se quedó a dos velas.
Me ha gustado tu forma de describir el personaje, cerrando los ojos lo podía ver.
Sigue así, que no decaiga.
Un beso

Katy dijo...

Relato entretenido. Creo que se hacían copias de las llaves como no podía ser de otra manera. Y el único que no sospechaba nada era el ingenuo del marido. Tenia que haber llevado consigo 3 en uno y su llave no se habría oxidado :)
Besos