Agarró uno de los nabos pero estaba soldado al resto del montón, completamente congelados. Los últimos días estaban siendo un auténtico desastre, hacía frío, demasiado frío. Miró a su alrededor. Seguramente habían perdido toda la cosecha. Todos los años se les pudría gran parte de la producción por la humedad y el calor. Así había sido desde que el tiempo era tiempo, así lo habían aprendido de sus padres, y ellos de los suyos. Era un precio a pagar por la excelente calidad de las frutas y verduras que se obtenían en aquellas tierras. Pero los científicos asumieron que conseguirían acabar con el problema de una vez por todas. Gracias a ellos, la riqueza llegaría a riadas a esas tierras, la producción se salvaría y llegaría a los mercados más selectos del continente. Y más allá.
Y este era el primer año desde que el pueblo acogió con ilusión aquellas promesas. Escupió al suelo. Maldita la hora en la que las escucharon. Este año pasarían mucha hambre. Volvió sobre sus pasos, abrió la puerta y salió a la luz. Y, encima, tenían que pagar aquellas máquinas del demonio que los científicos llamaban "cámaras frigoríficas".
Y este era el primer año desde que el pueblo acogió con ilusión aquellas promesas. Escupió al suelo. Maldita la hora en la que las escucharon. Este año pasarían mucha hambre. Volvió sobre sus pasos, abrió la puerta y salió a la luz. Y, encima, tenían que pagar aquellas máquinas del demonio que los científicos llamaban "cámaras frigoríficas".
1 comentario:
No siempre los avances técnicos son para mejorar y sobre todo cuando no se saben utilizar adecuadamente.
Un beso
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