Por fin había llegado el especialista. Todo pendía de un hilo, de la habilidad perfeccionada por ese hombre durante más de media vida. Habían intentado todo antes de llamarle pero ningún médico ni psicólogo del hospital había conseguido estabilizar al paciente quien se hundía sin remedio en la oscuridad de su mente dañada.
El especialista llegó a la puerta de la habitación a la carrera. Era increíble, siempre sonreía, daba igual lo difícil que fuera el caso. Pidió con un gesto del brazo que le dejaran un poco de espacio. Dejó su maletín en el suelo y allí mismo se colocó su atuendo, ante todos. A continuación pidió a todos que aguardaran fuera y entraran cuando él lo pidiera. Asintieron.
Accionó el tirador de la puerta, se colocó la bola roja de espuma en la nariz y entró a hacer lo único que sabía hacer.
El especialista llegó a la puerta de la habitación a la carrera. Era increíble, siempre sonreía, daba igual lo difícil que fuera el caso. Pidió con un gesto del brazo que le dejaran un poco de espacio. Dejó su maletín en el suelo y allí mismo se colocó su atuendo, ante todos. A continuación pidió a todos que aguardaran fuera y entraran cuando él lo pidiera. Asintieron.
Accionó el tirador de la puerta, se colocó la bola roja de espuma en la nariz y entró a hacer lo único que sabía hacer.
2 comentarios:
Precioso!!!!! tierno!!!
Enhorabuena y felicitaciones.
"Un vida sin sentido del humor no es vida" seguramente eso es lo que faltaba a tu paciente.
Muy logrado.
Un beso
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