No sabía si la chica estaba esperando al autobús o simplemente se refugiaba de la lluvia, pero allí estaba sentada, casi a oscuras bajo la marquesina verdiblanca. Tenía algo en su aspecto que le resultaba tremendamente atractivo, quería mirarla, hablar con ella, rozar sus dedos... En la calle no había nadie, sólo un coche que venía de frente y su propio vehículo. La iluminó con sus faros al entrar en la rotonda y ella miró hacia él poniéndose la mano como visera ante los ojos. Iba conduciendo muy despacio, casi parado; la chica se puso en pie y pudo ver cómo su camiseta naranja, empapada, se ceñía a su cuerpo resaltando los pezones duros sobre unos senos grandes y muy bien formados. Sintió como si toda la sangre de su cuerpo fluyera hacia su entrepierna. Y los faros dejaron de iluminarla. Se detuvo en la parada y abrió la puerta a la chica que se le quedó mirando fijamente, dudando. Finalmente se decidió y entró.
- Perdona, ¿vas al centro? -la voz de la chica era increíble.
- Sí, claro -ella se le quedó mirando a los ojos-. Ah, sí, perdona. 1'35€.
Arrancó el autobús.
- Perdona, ¿vas al centro? -la voz de la chica era increíble.
- Sí, claro -ella se le quedó mirando a los ojos-. Ah, sí, perdona. 1'35€.
Arrancó el autobús.
2 comentarios:
Pensé que era un sátiro, jejejeje.
Buen relato.
Como siempre jugando a despistar, no sabía por dónde andaría, igual era su amante.
Un beso
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