Esa noche no tenía mucho que hacer así que paseaba por las calles casi desiertas de la ciudad. ¿Hacía cuánto que no disfrutaba de un paseo sin prisas, sin rumbo? La ciudad había cambiado más de lo que pensaba a lo largo de los últimos años. Se veían pocas ventanas iluminadas, menos coches por las calles y muchos bajos comerciales habían echado el cierre definitivo. El aire fresco hinchaba sus pulmones y le despejaba la mente; demasiadas preocupaciones que ahora finalmente empequeñecían.
Sonaron doce campanadas cuando cruzaba el puente romano. No se sentía cansado. Sacó un cigarrillo de su bolsillo y se lo fumó asomado a la barandilla, viendo pasar el agua bajo sus pies. No se estaba tan mal sin trabajo.
Sonaron doce campanadas cuando cruzaba el puente romano. No se sentía cansado. Sacó un cigarrillo de su bolsillo y se lo fumó asomado a la barandilla, viendo pasar el agua bajo sus pies. No se estaba tan mal sin trabajo.
2 comentarios:
Hola Natxco!! Me gustó mucho el relato, personalmente me gustan los cuentos breves como éste. Condensar en pocas palabras una historia es difícil. Leí los otros también. Son realmente buenos.
Saludoss
Todas las cosas en pequeñas dosis son buenas. Lo demasiado cansa y agota.
He llegado a oir las campanadas y respirar el aire puro.
Un beso
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