viernes, 31 de octubre de 2008

Victoria

Tenía las tres piedras en la mano, brillando bajo la luz de las estrellas. Tras más de año y medio de búsqueda por todo el continente por fin había conseguido la última, la piedra negra que parecía una noche sin luna. No había tenido que matar a nadie, no había tenido que robar a nadie, no había tenido que engañar a nadie. Eran suyas por derecho propio, por haberlas encontrado allí donde nadie había llegado antes. Él era el elegido. Alzó el puño al cielo y saboreó su victoria.

Luego arrojó las piedras a un lado y se fue cabizbajo. A ver en qué se iba a entretener ahora.

jueves, 30 de octubre de 2008

¿Realmente quiero ser así?

Se había prometido ser joven siempre,‭ ‬que nunca dejaría de pensar en que había un modo mejor de hacer las cosas,‭ ‬en que algo estaba en su mano para cambiar el mundo.‭ ‬Pero ahí se veía trajeado ante el espejo,‭ ‬un hombre vacío,‭ ‬un hombre con aspecto de tenerlo todo salvo aquello que alguna vez realmente quiso tener.‭ ‬Una vida dedicada a fingir otra vida.‭ ‬No soportaba verse así.

Pulsó en el botón de NEXT y apareció en el ordenador vestido de bombero.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Nochebuena

La noche más larga es la que precede a la victoria de la luz sobre las sombras. O algo así. Pero él sólo sabía que hacía más frío que nunca, que se había puesto a nevar y que los soldados estaban cada vez más cerca.

martes, 28 de octubre de 2008

Efímera espuma

Las burbujas de la espuma se desvanecían con un agradable crepitar. Llevaría cerca de media hora en la bañera disfrutando de un baño en vez de una ducha y no dejaba de recordar las noches de su infancia en las que se daba un baño, ya solo, antes de cenar en el salón e irse a acostar tras pasar un rato dormitando en el regazo de su padre ante el televisor. Al día siguiente le despertaría su madre para animarle a ir al cole. Esos días eran pura rutina pero, a su manera, cada uno resultaba único, irrepetible, irreemplazable.

Ahora, ya un adulto, echaba en falta la cándida felicidad de aquellos tiempos de baño y no ducha. Tenía todo aquello con lo que nunca había soñado y jamás había sentido que le faltara tanto. Así que tomó una decisión: jamás volvería a tomar un baño.

lunes, 27 de octubre de 2008

Navegante entre estrellas

El viaje entre las estrellas era mucho más empequeñecedor de lo que había esperado. Si durante el día uno podía ver las cosas mundanas y perderse en ellas, esto no era sino una noche continua en la que las estrellas dejaban de ser estrellas y se convertían en meros objetos que iba dejando atrás mientras otros nuevos aparecían en el horizonte.

A pesar de que había soñado con vivir ese momento en la nave, ya no estaba tan seguro de que fuese tan especial ser camarero de catering en este crucero de lujo fletado por los Estudios Universal.

domingo, 26 de octubre de 2008

La vida sin él

Las noches sin él no eran lo mismo. La cama se notaba más amplia, enorme. Podía moverse a un lado y a otro sin que le molestase su presencia. Pero se había hecho a él y, aunque quitárselo de encima era lo mejor para ella, habían pasado demasiados años juntos. Y había sido parte de ella.

En fin. Debía acostumbrarse a su nueva vida, se le abría todo un mundo lleno de novedades, de cosas por hacer que no pudo intentar antes. Se alegraba de que le hubiesen extirpado el quiste ovárico. 72 Kg.

Polillas

Sin embargo, las cosas finalmente habían salido bien.

La luz atraía a las polillas y las polillas a una pareja de salamanquesas que se habían hecho asiduas de la terraza. Eran muy bonitas y también se comieron sus problemas.

Fidelidad

Sería una magnífica historia para un libro. Pero él no era más que un guerrero y sólo sabía obedecer y usar su espada. Trece años en las cruzadas, decenas de infieles enviados el infierno y cicatrices que le acompañarían a la tumba. Y ahora, de vuelta en Bretaña, dos de sus hijos en guerra y sus tierras descuidadas y azotadas por jaurías de lobos.

Al menos su castillo seguía en pie y sus sirvientes habían permanecido fieles a su esposa. Tanto que ahora había tres niños y dos niñas más en el castillo.

viernes, 24 de octubre de 2008

Cartas

Esa noche parecía que las cartas no le eran muy favorables. Llevaba perdidos más de cuarenta euros y eso que la apuesta máxima que habían fijado estaba en cinco. Pero nada, no era su noche. Se propuso retirarse al perder cincuenta.

Y así lo hizo. Eran sólo las 22:20 del viernes y ya iba camino de la parada del bus. Y encima llovía. Vamos, una noche perfecta. Llegó a su casa, abrió la nevera y se comió las dos cucharadas de ensaladilla que sobró del mediodía. Se fue a la cama con más hambre aún.

A punto de dormirse pensó que no era eso lo que se esperaba.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Fiesta movida

El suelo de la sala estaba empapado de vino y el entrechocar de las copas se asomaba por encima de la música que salía de los altavoces. Más de uno ya se había sentado en los sofás, tumbado en ellos o, directamente, se había dejado caer al suelo. Otros, entre risas y voces aguantaban lo que la noche les echase. Desde luego la fiesta no estaba siendo nada aburrida sino muy movida. Es lo que tenía celebrarla en altamar en plena tormenta.

martes, 21 de octubre de 2008

Agotado

El segundo tronco le estaba resultando más difícil de serrar de lo que esperaba. La sierra estaba embotada de tanto uso, sus músculos doloridos, y la tarde estaba dando paso a la noche trayendo consigo un viento gélido que le helaba el sudor en la piel. Iba a tener que dejarlo para el día siguiente. Recogió una brazada de leña y se metió en la cabaña a encender un fuego y preparar algo de cenar.

Se sirvió un whisky y lo paladeo sentado ante el fuego que ardía en el hogar. El baile de las llamas resultaba hipnótico y sedante.

Se sobresaltó con el olor a alubias quemadas. Se había quedado traspuesto. Corrió a quitar el cazo del fuego y lo sirvió en un viejo plato de aluminio. Bueno, se podían comer a pesar del regusto a quemado. La verdad es que resultaba agotador desmembrar a dos personas en un día.

lunes, 20 de octubre de 2008

La planta

Tenía puesta la ilusión de su vejez en esa planta. Crecía lentamente, más de lo que a él le gustaría. Y era muy mayor y no sabía cuánto más viviría para poderla ver dando frutos: quizá el no viviría para disfrutarla pero sí que lo harían sus hijos y nietos. Y eso en parte le apenaba y en parte le daba fuerzas para seguir viviendo.

La verdad es que era muy bonita. Y además de bonita sería muy útil cuando se desplegara en toda su grandeza. Podía quedarse horas mirando desde la ventana e imaginando cómo por dentro iba creciendo, muy poco a poco, pero sin detenerse.

Pasó el otoño, el invierno y otro año más. Y la planta seguía creciendo. Y por fin llegó la primavera. Lo había conseguido. Se acabó la espera. El chófer llamó a la puerta y él montó en la limusina. Rodeado de cargos políticos y prensa apretó el botón. La primera planta nuclear de capital privado se ponía en marcha.

domingo, 19 de octubre de 2008

Ruedas

Había muchos más neumáticos de los que había supuesto. Montañas de ellos apiladas por toda la parcela. Una pequeña de ruedas de tractor, otra con ruedas de bicicleta, dos con ruedas de moto e innumerables montones de las de turismo y camión a un lado y otro del pasillo principal.

La noche era fresca pero para tratarse de mediados de noviembre tampoco estaba tan mal. Se podía pasear, vaya. Mientras se fumaba un cigarro bajo la luz de la luna se iba preguntando cuántas cosas habrían vivido todas esas ruedas.

sábado, 18 de octubre de 2008

Beber no soluciona nada

Las cajas se iban acumulando en el fondo del sótano. Las primeras, numeradas, bien precintadas, y encajadas como las piedras de un antiguo templo; las últimas, apiladas con desgana en montones, columnas torcidas o simplemente arrojadas de cualquier manera en los huecos que aún quedaban.

Después de pasarse más de diez minutos anonadado al pie de las escaleras el cabo Ramírez volvió a la realidad. A ver cómo se las apañaba. ¿La caja 2? ¿Pero cómo esperaban que pudiese llegar hasta ella y sacar los documentos que le habían solicitado? Subió a preguntar al sargento López si había entendido bien las órdenes o era una broma.

Poco tiempo después estaba con dos soldados de reemplazo que no habían sabido escaquearse a tiempo moviendo cajas para hacerse un pasillo hasta el fondo de la sala. Pararon media hora para comer -los reclutas se estaban portando realmente bien, algo se le ocurriría para recompensarlos- y a las 19:43 por fin llegaron a la caja 2. Se acuclillaron alrededor de ella y el cabo Ramírez rompió el precinto con un cúter.

Dentro sólo había trofeos de mus, dominó y tonterías similares. Ningún documento. Cogió la caja y subió a las oficinas. Cerradas.

Bajaron a la cantina e invitó a los dos reclutas. A ver cómo quedaban las cosas el día siguente. Sacó 20 € para pagar las consumiciones. Le devolvieron las vueltas y unos documentos que habían dejado en caja para el sargento López.

viernes, 17 de octubre de 2008

Monstruos

El sabor metálico de la sangre bajaba por su garganta. Frente a ella, un hombre lobo se peleaba con otro vampiro por los restos que había dejado aquel pobre niño. Envuelta en su capa, se ocultaba en las sombras del callejón esperando el desenlace de la brutal pelea. Este barrio se había convertido en un territorio muy disputado y ya no resultaba seguro.

Al fondo de la calle aparecieron las luces y sirena de un coche patrulla y los combatientes se congelaron durante unos segundos hasta que salieron corriendo hacia la noche. El coche se detuvo justo ante el callejón y el agente Galbraith se fue corriendo en pos del hombre lobo. La agente Morgan bajo del coche y se abalanzó sobre ella cuando surgió de las sombras, pálida, la boca ensangrentada y los ojos enrojecidos.

Nancy Mahoney nunca olvidaría aquella noche de Halloween en la que otro niño le pegó un puñetazo en la boca para quitarle los caramelos y se quedó llorando en el callejón hasta que llegó la policía.

jueves, 16 de octubre de 2008

Libros

Los libros que más le gustaban eran los de la colección completa de los Episodios Nacionales de Galdós editados en 1922. Era una edición francamente buena y con un papel de excelente calidad. Y estaban aparcados en una de las zonas menos transitadas de la biblioteca donde podía pasarse horas enteras devorando esos libros sin ninguna interrupción.

Con el cambio en el rectorado se le acabó el chollo. Se hizo una revisión e inventario exhaustivos de todos los activos de la universidad y una de las primeras medidas que se tomaron fue la proceder a la desratización de la biblioteca.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Asertividad

Esta vez se iba a salir con la suya. Vaya que sí. Estaba harto de la incompetencia de esos idiotas. Fue directo a hablar con el jefe de la empresa y, tras escuchar sus disculpas y recibir un vale, le devolvieron su chaqueta. Menuda mierda de tintorería.

martes, 14 de octubre de 2008

Hambriento

No sabía que hacer con ese manojo de hojas verdes y arrugadas que acababa de robar del puesto del mercado. Estaba muerto de hambre y de miedo, en un país extraño, hostil, en el que se sentía vigilado y sentía que sólo podía confiar en sus dos compañeros. Tenía mucha hambre, muchísima. Se sentía desfallecer. Pero no podía detenerse para comer. Así no. Sus amigos le esperaban y comerían juntos, poniendo en común lo que habían conseguido. Como todos los días.

Por fin llegó al callejón. Nadie le había seguido. Trepó por la escalera de incendios y entró por la ventana rota del primer piso. Allí le esperaban. Extendió la mano y dejó caer los billetes.

lunes, 13 de octubre de 2008

Verdura

En el fondo la verdura que había cocinado su mujer no estaba tan mala. Pero era la última vez que la cogía de un contenedor.

sábado, 11 de octubre de 2008

viernes, 10 de octubre de 2008

El castigo de Prometeo

Prometeo no sufría tanto por que el águila devorase su hígado todos los días sino por ver cómo sus hijos ardían con el fuego que les había llevado.

jueves, 9 de octubre de 2008

Tiempo, se desvanece

Después de casi un año ya iba conociendo las montañas en profundidad. Había localizado casi una decena de cuevas o refugios en los que guarecerse y al menos tres de ellas estaban a pocos metros del agua potable del río. No había necesitado abrir nuevas sendas ya que las que usaron ganaderos y buhoneros aún se conservaban en buen estado gracias a los excursionistas.

Los primeros días habían sido maravillosos, sobre todo por la novedad de vivir como los primeros hombres. Después vinieron los más jodidos, sobre todo por tener que vivir como los primeros hombres. Luego llegó la serenidad y el vivir siendo uno con el bosque y entonces el tiempo dejó de tener sentido.

Dejando de ser persona se había realizado como ser humano.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Maneras

No terminaba de gustarle cómo abordaba las piezas el del clavicordio. Resultaba demasiado conservador, académico, y no se atrevía a darle su toque personal. Al contrario que el del chelo: empezaba en la línea de lo esperado pero, poco a poco, se iba alejando de lo tradicional e interpretaba los siguientes movimientos de un modo fresco, inteligente e, incluso, atrevido.

Él no sabía nada de música pero esos cabrones de la filarmónica eran buenos con el ajedrez.

martes, 7 de octubre de 2008

Vida

Llovía. Las primeras gotas arrancaban el polvo del suelo con leves golpes sordos. Hacía meses que no caía una gota y las hierbas que cubrían las colinas se veían amarillas, sin vida. Salió desnudo a correr bajo la lluvia.

Entró chorreando en la casa destartalada y se secó con una toalla. Luego se echó a dormir. Esa noche soñó que era feliz.

lunes, 6 de octubre de 2008

Amigos

Nunca se había planteado que acabaría torneando patas para mesas. Y el caso es que le gustaba hacerlo. Secretamente, pensaba que un poquito de arte sí que tenía, que no era algo completamente mecánico. Sacar de un bloque de madera una pata hermosa y a la vez útil tenía su regusto a ser creador. Luego, a principios de mes, le daban un sobre con el dinero y se lo llevaba a casa -desconfiaba de los bancos y los judíos. Se lo había enseñado su abuelo-. Ya en casa, cogía 40€ y guardaba el resto y se pasaba la tarde en la cantina del apeadero hasta gastarse todo el dinero, perder el conocimiento, o perder todo el dinero. Cuando se quedaba dormido, Mejías, tras echar el cierre al bar, tiraba dos cervezas, le despertaba con unas palmadas en el hombro, y le escuchaba a lo largo de otras dos o tres cervezas antes de cerrar del todo e irse cada uno por su lado.

La noche del cambio de hora discutieron por alguna tontería y Rodolfo dejó de ir al bar. Tenía cada día más trabajo y la fábrica iba viento en popa. Para el puente de la constitución el jefe le llamó a la oficina sonriendo y le sirvió una copa de ese whiskey escocés que guardaba bajo llave.

- La fábrica va muy bien, Rodolfo, y ahora nos ha entrado un pedido para el Ejército de Tierra -el aroma de aquél licor era magnífico-. Así que vamos a ampliar y modernizar las instalaciones.

El cheque que llevaba en el bolsillo pesaba demasiado. A la calle tras media vida de trabajo por culpa de unos robots. Echaba de menos al cabronazo de Mejías. Y tampoco había sido para tanto la discusión. Dejó el sobre en casa, cogió 50€, un cuarto de queso curado que guardaba y se acercó a la cantina. Dos máquinas de refrescos, dos de chucherías y una de emparedados.

domingo, 5 de octubre de 2008

Asco de carne

Los trozos de carne eran cada vez más pequeños. Maldita crisis. Todo el día descornándose en el trabajo por un puto sueldo de mierda -sí, al menos seguía teniendo trabajo- para encontrarse conque las clientas se gastaban cada vez menos. Eso sí, al menos seguían yendo aunque fuera para que las amigas no cuchichearan y dijeran que si el marido de nosequién estaba en la ruina o que si a nosecual le habían quitado la tarjeta de crédito.

Todo fuera por aparentar. Anda que no podían dejar de comer tanta carne grasa y cuidarse un poco más. Pero mira, mientras a su jefe le fuera bien, a él también. En fin, mejor dejar de pensar tanto en la vida de los demás y centrarse en la propia. Se acercaba una clienta con su hija adolescente al mostrador. Puso la mejor de sus sonrisas. Seguro que era otra liposucción.

sábado, 4 de octubre de 2008

Gritos

A menudo -cuando estaba borracho- pensaba que su inspiración venía del alcohol. Y sufría por ello y bebía. Con los años entendió que el ron sólo ponía algodones en los tímpanos de su mente y que los gritos seguían fuera y que las voces nunca se quedarían afónicas.

Sólo tuvo que escucharlas para darse cuenta de que no eran los gritos de las Furias sino el susurro de las Musas amplificado por la sensibilidad de su oído.

viernes, 3 de octubre de 2008

Sueños que se desvanecen

Las tejas ya no le cortaban los dedos como cuando aún tenía manos de señorito. El sol de verano pegaba con fuerza y tenían que bajarse del tejado de cuando en cuando a echarse un cigarro y beber agua bajo el olmo. Luego vencían la pereza -porque estaba el capataz- y volvían a retejar, a ver si acababan antes del fin de semana y para el domingo ya estaban asentados en el siguiente pueblo y cerraban tarde el bar.

Por la noche, ya con la luz apagada y entre ronquidos, pensaba que aún estaba a tiempo de cumplir sus sueños y que escribiría su nombre con letras doradas. Algo dentro de él le decía que así no lo conseguiría. Gracias al cansancio, lo acallaba y dormía.

Muchos años después, con cerca de sesenta, aún se subía a los tejados. Seguía pensando en que algún día lo conseguiría pero se encontraba más cansado y en el fondo sabía que se le agotaba el tiempo. Soñaba con menos frecuencia con el día en que plasmaría su nombre en el libro.

Subió por última vez a la edad de setenta y dos. Mientras ponía los canales de teja árabe sentía un fuerte dolor en el pecho. Sus compañeros le bajaron con cuidado y le recostaron a la sombra de un árbol mientras esperaban a la ambulancia. Supo que ya no lo conseguiría. Ya no. No podría firmar como el hombre que más tejados había retejado en el Guinness de los Records.

jueves, 2 de octubre de 2008

Espectro

Cada cuatro días daba una vuelta alrededor de la casa. Cada seis, se acercaba a tocar la señal con el nombre del pueblo que había a la entrada del mismo. Cada doce días daba una vuelta rodeando al pueblo en el sentido de las agujas del reloj. Cada catorce hacía lo mismo en sentido contrario.

Una mañana de marzo Joe Wright encontró el cuerpo sin vida de aquel hombre del que todo el mundo recelaba. Nadie conocía su nombre y nadie quiso hacerse cargo del cuerpo.

Años después, los abuelos contaban a sus nietos terribles historias sobre aquel extraño que apareció un día de otoño de 1953 y se alojó en la antigua casa de los Warowski. Durante medio año, acompañando a los grotescos rituales que realizaba por el pueblo, sucedieron cosas muy extrañas -nunca se concretaba de qué cosas se trataba- hasta que un día aquel hombre apareció muerto.

Al pobre Peter Warowski no le fue bien su rehabilitación en la antigua casa familiar.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Acechando en las sombras

Al final el jefe no le había dejado muy claras las órdenes pero le daba vergüenza volver para preguntar a qué se refería en concreto. Sabía que tenía que seguir a aquella mujer a todas partes sin que ella se diera cuenta, observarla con toda su atención, llegar a conocerla tanto como para sentir que ambos formaban una extraña pareja en la que uno no sabe de la existencia del otro.

La mujer salió del edificio de oficinas y él la siguió como un fantasma en la noche. El sonido de sus tacones se reproducía entre las paredes del callejón y rebuscaba las llaves en su bolso sin detener el paso. Unos chicos fumaban unos canutos bajo el cono de luz de una farola excesivamente potente. Levantaron la mirada al oír sus pasos e, instantes después, se fueron apresurados en dirección contraria.

La mujer giró la cabeza y observó al hombre del abrigo gris que le iba ganando terreno. Al poco echó a correr. Él también. No podía correr bien con los tacones. Se le rompió uno, tropezó, y cayó al suelo tras rebotar contra un cubo de basura. El hombre llegó a su lado y le mostró el cuchillo de caza con la media sonrisa más fea que jamás había visto. Se quitó el abrigo y se acercó aún más a ella.

Un geranio con su maceta le cayó en plena cabeza y, dejando escapar un quedo sonido, perdió el conocimiento. La chica miró hacia arriba y no vio nada. Se levantó, y salió corriendo.

Por fin había entendido las órdenes del jefe. No estaba mal su estreno como ángel de la guarda.

Con las botas puestas

Los caracoles eran de lo más molesto. Crujían bajo el peso de sus botas y dejaban el suelo resbaladizo como la clara de un huevo. En vez de poner su atención en los peligros de la noche se dedicaba a tratar de no caerse en su camino por las zonas más oscuras de la ciudad. Se sentía morir, el estómago se le quería salir por la boca, pero tenía que llegar como fuera antes de que amaneciera o todo habría sido en balde. Y mucha gente dependía de él. Demasiada gente.

Un par de manzanas más adelante tuvo que detenerse. No podía más y se dejó caer ante un portal. No iba a conseguirlo, no podía casi ni andar. Agarró una bota pero se quedó inconsciente antes de poder hacer nada.

Le despertaron las voces de Martín, su compañero. Le habían encontrado a tiempo. Le ayudó a levantarse. Menos mal. Aliviados, echaron un trago a una de las botas de tinto y se fueron a buscar al resto de la peña para beber un poco antes de los encierros.