Ahora, ya un adulto, echaba en falta la cándida felicidad de aquellos tiempos de baño y no ducha. Tenía todo aquello con lo que nunca había soñado y jamás había sentido que le faltara tanto. Así que tomó una decisión: jamás volvería a tomar un baño.
martes, 28 de octubre de 2008
Efímera espuma
Las burbujas de la espuma se desvanecían con un agradable crepitar. Llevaría cerca de media hora en la bañera disfrutando de un baño en vez de una ducha y no dejaba de recordar las noches de su infancia en las que se daba un baño, ya solo, antes de cenar en el salón e irse a acostar tras pasar un rato dormitando en el regazo de su padre ante el televisor. Al día siguiente le despertaría su madre para animarle a ir al cole. Esos días eran pura rutina pero, a su manera, cada uno resultaba único, irrepetible, irreemplazable.
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