Tenía las tres piedras en la mano, brillando bajo la luz de las estrellas. Tras más de año y medio de búsqueda por todo el continente por fin había conseguido la última, la piedra negra que parecía una noche sin luna. No había tenido que matar a nadie, no había tenido que robar a nadie, no había tenido que engañar a nadie. Eran suyas por derecho propio, por haberlas encontrado allí donde nadie había llegado antes. Él era el elegido. Alzó el puño al cielo y saboreó su victoria.
Luego arrojó las piedras a un lado y se fue cabizbajo. A ver en qué se iba a entretener ahora.
viernes, 31 de octubre de 2008
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1 comentario:
Las cosas tienen sentido y se desean mientras o se tienen. Una vez conseguidas pierden todo interés.
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